sábado, 26 de noviembre de 2011

Un Unicornio Raro

El tema del unicornio no es mencionado directamente en la mitología griega, mas aparece en ciertos tratados de historia natural, como los del historiador Ctesias (400 AC), quien lo describe como una criatura con cuerpo blanco, de tamaño de un caballo, cabeza púrpura, ojos azules y un cuerno largo y puntiagudo, de color rojizo. Aristóteles también hace algunas referencias al extraño animal, ubicando su hábitat natural en algunos parajes de la India.

Su mito parece tener una generalidad parecida con la del dragón, apareciendo en varias culturas del planeta, incluyendo la China, la India y la Mesopotamia. En la edad media aparece mencionado en las artes alquímicas y en la pintura, siendo asociado también a la virgen María, pues según una leyenda "sólo una virgen pura podría aproximarse a un unicornio, amansando su furia, calmando su ímpetu". En la misma época es citado en la medicina, pues su cuerno tendría propiedades medicinales para curar enfermedades físicas y mentales, desde la gastritis, la fiebre y el dolor de muela, hasta la tristeza, la turbidez y la locura. Además sería posible utilizarlo para neutralizar ciertos venenos disueltos en brebajes. 

 En las culturas indígenas americanas no se encuentran referencias, tal vez porque los equinos no eran conocidos en América y sólo llegaron al nuevo continente de barco, en las naos tambaleantes de los conquistadores.

Para los occidentales modernos el extraño animal se nos parece inverosímil, no sólo por su extraña forma física sino por las raras cualidades que representa: pureza, fuerza, entereza, honestidad y libertad. Cualidades estas que no sólo son escasas en nuestros políticos, sino también en muchos de los humanos habitantes del planeta.

Por otro lado, las diferentes representaciones del citado animalejo nos lo muestran (simultáneamente) con características masculinas y femeninas (ying e yang), simbolizando la síntesis de los opuestos, el equilibrio, el desagüe de las aguas de un caudaloso río en el mar –a pesar de su clara simbología fálica, como nos dirían maliciosamente al oído ciertos psicoanalistas.

Por increíble que parezca ni siquiera la Biblia escapa del escopo de este mito, existiendo referencias en el libro de Números, en el libro de Job, en el libro de Isaías y en algunos salmos. En este último caso podemos citar el salmo 92:10; “Mas tú exaltarás mi poder como el del unicornio, y seré ungido con aceite fresco…”.

Joseph Campbell nos decía que los mitos eran criados y recriados de manera continua, y que podíamos ver muchos ejemplos en el cine. En este sentido también podríamos citar casos en las música popular, la cual está impregnada de la sabiduría popular, de la magia, de los arquetipos. 

Citaré aquí una recreación clara del mito del unicornio, en una bella música de Silvio Rodrigues, que nos remonta al tema de la pureza, de la amistad, del amor, del desprendimiento. El escucharla nos deja la impresión del vacío que representa la esencia extraviada en algún momento –y por algún motivo. La necesidad de su búsqueda –a cualquier precio– nos revela que su pérdida es peor que la falta del aire que respiramos. El apuro por la ayuda nos sugiere también una acción colectiva, fraterna y solidaria. Tal como lo hizo Rama en la procura desesperada por su amada Sita, en donde los animales fueron sus amigos, sus soldados. Tal como lo vimos en Odiseo y su saga, buscando su retorno, su esencia, su contrapartida, su mujer –y su origen.

Podemos escuchar (y hasta ver) una bella versión del Unicornio Azul aqui: http://www.youtube.com/watch?v=dNqzUDbw4rc

miércoles, 2 de marzo de 2011

Frank Sinatra, Bossa Nova, Wave y los primordios de la piratería

Cerca del año 1967 Tom Jobim recibió una llamada urgente de un personaje misterioso, que no se dejó identificar, aún echando mano de la intuición y la clarividencia que un buen artista suele poseer. Ya habían pasado los años duros de su vida musical, llenos de preocupaciones y temores para pagar el alquiler del apartamento en donde vivía, en Río de Janeiro. Ahora su nombre era conocido en casi todo el mundo musical, pues la Bossa Nova era realmente una revelación. Algunos años atrás había sido realizada la famosa grabación en los EEUU de La Garota de Ipanema, disco que había competido firmemente en las paradas con los Beatles. En esta ocasión, para su sorpresa, el extraño interlocutor en el otro lado del teléfono era Frank Sinatra, que le propuso la grabación de un disco exclusivo con temas de la autoría del compositor fluminense. A los pocos días Tom Jobim estaría viajando para otra excursión en los Estados Unidos, para un trabajo en conjunto con el músico y arreglista alemán Claus Ogerman.
        La música Wave fue compuesta en 1967 y revelada en un disco con músicas casi todas instrumentales. Parece que el nombre original sería «Vou te contar», más o menos como «Voy a contarte algo…» en español. Cuenta la historia que este tema no fue incluido en la primera grabación hecha por Jobim y Sinatra, pero el disco fue reeditado dos veces, y la canción por fortuna terminó por ser incorporada en alguna de ellas.
        Mi primer contacto con ese trabajo artístico fue a través de mi amigo Pedro Luis Moreno, que tenía una excelente discoteca y un refinado gusto musical. Con alguna frecuencia visitaba su casa, para hacer alguna diligencia familiar, sin contar en ninguna de ellas con su presencia, pues permanecía mucho tiempo ausente, dedicado a sus actividades deportivas. Debido a la confianza que su madre me brindaba yo tenía plena libertad para ver sus planchas de surfear, sus libros, su escritorio, hasta llegar a descubrir su discoteca. En esa época era difícil pedirle a sus padres que me prestaran sus discos para grabar algunas cosas –realmente no tenía suficiente confianza para esto–, pero en poco tiempo las historias familiares me revelaron que Pedro y yo teníamos un primo en común que se la pasaba deambulando entre las dos casas (incluyendo la mía). Así que sin el conocimiento de Pedro sus discos comenzaron a transitar por las calles de Palmira debajo del brazo de nuestro pariente, que los llevaba y los traía sin ningún tipo de impedimento y, sobre todo, sin algún consentimiento de su dueño. Yo hacía las grabaciones en mi casa seleccionando y mezclando los temas que me interesaban y enviaba de vuelta el material. Uno de esos discos era una colección de canciones de Frank Sinatra, que incluía algunos temas de los trabajos de Jobim-Sinatra.
        La voz de Sinatra había llegado a mí a través de otro amigo (Alvaro José Payán), que ya la admiraba desde muy joven y me dejaba sus comentarios sobre los fenómenos raros de esa voz: un timbre netamente masculino y elegante, que permanecía moderno a pesar de las maravillas del micrófono y de las tecnologías del audio, que convertirían en cantantes a verdaderos afónicos como Julio Iglesias; sin hablar del fraseado y cadencia potencializados por un perfecto dominio de la respiración tal vez herencia musical de grandes cantantes del jazz género y ambiente en donde se formó como Billie Holliday y Ella Fitzgerald. Su voz era suficiente para abarcar los matices del jazz y de la balada moderna, y por esas detalles también era prometedora para una aventura en el nuevo mundo de la Bossa.
        Lo cierto es que la mayoría de las canciones del trabajo Jobim-Sinatra no me agradaron, sobre todo porque desde esa época yo era bastante exigente con ese sonido de la guitarra inventado por João Gilberto, y Jobim era un excelente compositor, un pianista medio,  pero en la guitarra dejaba a desear. Es bien posible que en las reediciones del trabajo musical se hayan introducido otros instrumentistas para lograr un universo musical más rico y sofisticado, característico de ese movimiento musical. No sé si Wave pasó o no por ese proceso; de cualquier manera sus ejecutores nos dejaron una excelente grabación, que llegó hasta mí a través de un disco ajeno: un raro caso de piratería musical, cuyo proceso principal ocurría debajo del sobaco bien lejos de la Web.

Wave interpretada por Sinatra: https://www.youtube.com/watch?v=ZIrNtAq-t8w

(Carlos Humberto Llanos)