«Cuando aprendes teoría musical de los libros, siempre necesitas consultar los textos. Cuando aprendes con tu cuerpo, es como andar en bicicleta. Tu cuerpo recuerda.» En entrevista a Naná Vasconcelos, percusionista brasilero (1944-2016).
Cuando estaba terminando mi curso de pregrado em la Universidad del Valle un amigo salsero me hizo una afirmación que me dejó pensando durante algunos años: «Carlos, la salsa es el género musical que tiene la percusión más desarrollada y compleja de la música popular». Bueno, mi amigo tocaba los bongós, un instrumento de origen caribeño y por ende africano. Así, supuse que esta afirmación tenía fundamentos sólidos. Podemos suponer que el origen de la mayoría de los instrumentos de percusión sea el tambor prehistórico, un instrumento de la época de las cavernas, por lo menos tan antiguo como las flautas, instrumento raíz de la digitalización (producción de sonidos usando los dedos de las manos) que, según se dice, dio origen a las escalas musicales.
Naná Vasconcelos tocando el birimbao
(fuente: Wikipedia y Google imágenes)
Claro, existen instrumentos de percusión diferentes al tambor, por ejemplo, los timbales, las campanas, los güiros, los chocalhos que dan sonidos metálicos, y que son usados en músicas populares del Caribe y del Brasil; éste último el país donde nació Naná Vasconcelos. Pero los instrumentos que tienen su ancestralidad tamboril posuen algo del latido del corazón, la expresión más clara y sonora del cuerpo, esa especie de testimonio de que aún hay vida por estos recovecos. La fuerza de la percusión es experimentada cuando el oyente se mezcla en medio de las batucadas, de las baterías de la cultura brasilera o de otras semejantes, en donde el sonido percusivo invade de pleno a los participantes creando la sensación de un solo cuerpo, el ritmo como sensación de ser, donde el estar en algún lugar pasa a segundo plano. Esto es atestiguado por Luis Buñuel en sus memorias de los tambores de Calanda: «Los tambores, fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hacen temblar el suelo bajo nuestros pies. Basta poner la mano en la pared de una casa para sentirla vibrar. La naturaleza sigue el ritmo de los tambores que se prolonga durante toda la noche. Si alguien se duerme arrullado por el fragor de los redobles, se despierta sobresaltado cuando éstos se alejan abandonándolo».
Por estos motivos veo ahora precipitada la afirmación de mi amigo, sobre todo por la universalidad de la percusión, que nuestras culturas latinas heredaron de sus antepasados africanos, pero que florece en todas las culturas del planeta. Si algunos antropólogos afirman que la música es más universal que el deísmo en los pueblos, podemos también testimoniar que la percusión aparece en todos los géneros musicales, así sea en una mano golpeando una pierna de un sujeto que escucha. Y también no podremos despreciar la riqueza percusiva de las culturas orientales, por ejemplo, de la India, o de los pueblos eslavos o árabes.
Cuando llegué al Brasil, mis primeros amigos músicos me hablaron del mejor percusionista del planeta, y se referían a Naná Vasconcelos, reconocido por su innovador trabajo en el ámbito de la percusión y la música experimental. Tocaba prácticamente todos los instrumentos de percusión, y lo largo de su carrera, tuvo contacto con una amplia variedad de artistas y con diversas influencias musicales. Nana Vasconcelos nació en Recife, estado de Pernambuco, en el Nordeste brasilero, una especie de Caribe brasilero. Además de tener su contacto natural con ritmos locales, fue reverenciado por músicos del universo del jazz como Pat Metheny, Jan Garbarek, Don Cherry y Egberto Gismonti.
En diferentes trabajos usa su voz para complementar los efectos de los diferentes instrumentos que tocaba, especialmente el birimbao, un instrumento que cubre los aspectos de la percusión: lo tamboril y la cuerda metálica que se golpea produciendo un sonido metálico único. Y el efecto sonoro que crea es especial, sobre todo como lo hizo Nana Vasconcelos, o como lo reproducen a veces los instrumentistas de la Capoeira, una fusión de danza y de artes marciales que se inventaron los afrodescendientes que llegaron esclavizados al Brasil.
Tal vez el mensaje fundamental de este virtuoso sea el del cuerpo como instrumento musical primordial, que quizás sea el legado de África para el planeta; lo esencial del ritmo, por encima de lo melódico; o la existencia como piso para cualquier cultura: un tambor sonando, un corazón que vibra, y algo de unicidad en ese conjunto. Lo que no podremos despreciar en cualquier arte, inclusive en la literatura; con el perdón de Borges, que un día mostró algún desprecio por lo africano.
Coloco aquí algunas interpretaciones de Naná:
Cuando llegué al Brasil, mis primeros amigos músicos me hablaron del mejor percusionista del planeta, y se referían a Naná Vasconcelos, reconocido por su innovador trabajo en el ámbito de la percusión y la música experimental. Tocaba prácticamente todos los instrumentos de percusión, y lo largo de su carrera, tuvo contacto con una amplia variedad de artistas y con diversas influencias musicales. Nana Vasconcelos nació en Recife, estado de Pernambuco, en el Nordeste brasilero, una especie de Caribe brasilero. Además de tener su contacto natural con ritmos locales, fue reverenciado por músicos del universo del jazz como Pat Metheny, Jan Garbarek, Don Cherry y Egberto Gismonti.
En diferentes trabajos usa su voz para complementar los efectos de los diferentes instrumentos que tocaba, especialmente el birimbao, un instrumento que cubre los aspectos de la percusión: lo tamboril y la cuerda metálica que se golpea produciendo un sonido metálico único. Y el efecto sonoro que crea es especial, sobre todo como lo hizo Nana Vasconcelos, o como lo reproducen a veces los instrumentistas de la Capoeira, una fusión de danza y de artes marciales que se inventaron los afrodescendientes que llegaron esclavizados al Brasil.
Tal vez el mensaje fundamental de este virtuoso sea el del cuerpo como instrumento musical primordial, que quizás sea el legado de África para el planeta; lo esencial del ritmo, por encima de lo melódico; o la existencia como piso para cualquier cultura: un tambor sonando, un corazón que vibra, y algo de unicidad en ese conjunto. Lo que no podremos despreciar en cualquier arte, inclusive en la literatura; con el perdón de Borges, que un día mostró algún desprecio por lo africano.
Coloco aquí algunas interpretaciones de Naná:
Tocando el birimbao: https://www.youtube.com/watch?v=1XhIiUrBalI&t=60s
Concierto en Montreux: https://www.youtube.com/watch?v=zBb_B8lEhE4&t=23s
Con el grupo del guitarrista Pat Metheny: https://www.youtube.com/watch?v=mmJ9rBBK81w&t=1s
Con Egberto Gismonti: https://www.youtube.com/watch?v=K1EwZPvdmvw
(Carlos Humberto Llanos)